Transitar por carreteras desconocidas I Parte

moriwoki

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Otro artículo más que espero ayude a los más inexpertos a sentirse más seguros conduciendo su Harley y por ende a disfrutar más de ella.

TRANSITAR POR CARRETERAS DESCONOCIDAS

Siempre que nos internamos en una carretera secundaria o terciaria, completamente desconocida, nos sumergimos en un pequeño mundo inexplorado y cuajado de eventualidades; un itinerario envuelto de cierto misterio que a buen seguro nos guarda un puñado de peligros emboscados. Este artículo está referido a las rutas de orden comarcal y local e incluso a pistas forestales asfaltadas, excluyendo autopistas, autovías y carreteras nacionales. Trataré de mostraros a continuación algunas señas, hitos, pistas y referencias que nos puedan guiar o siquiera hacernos intuir lo que se avecina en el próximo centenar de metros.

La señalización:

La señalización de una carretera guarda siempre una tónica, una armonía lógica, que trataremos de captar en los primeros kilómetros. Hay carreteras con una señalización extremadamente prudente y conservadora y otras con una menos marcada y celosa, dependiendo del criterio que aplicó el ingeniero que la dispuso. Encontraremos carreteras reviradas en las que una señal de curva peligrosa con límite de 40 puede resultar un viraje sencillo y abierto, y por el contrario, podemos toparnos con curvas verdaderamente pronunciadas que carezcan de cualquier advertencia. Durante los dos primeros kilómetros, además de a la tónica -muy conservadora o poco marcada- que guarda la señalización, estaremos también muy atentos al tipo, calidad y estado del asfalto (estado de conservación y de limpieza), a la inclinación de los peraltes y a la existencia masiva o escasa de guarda-raíles. Todos estos parámetros se mantendrán a lo largo de toda la carretera.
Pero antes de hablar de las clases de carreteras, una referencia a una de las suciedades más comunes y peligrosas: Las manchas de aceite o de gasoil. Éstas constituyen un verdadero enigma yendo encima de la moto, porque pueden estar secas y grabadas en el pavimiento o por el contrario ser muy recientes impregnando la superficie del asfalto. De cualquier forma, es muy difícil distinguir una u otra con claridad, con seguridad. La mancha reciente brilla más, sí, pero ¿quién se atreve a tumbar abiertamente cuando se pasa por primera vez sobre una mancha que parece seca? En cualquier caso, lo razonable parece intentar evitarla, si se puede, y si está en una curva y no se puede, cruzarla con un cuidado extremo levantando la moto.

Clases de carreteras. Estableceremos tres tipos según la orografía del terreno.

Carreteras de montaña:

Qué duda cabe de que las carreteras de montaña son, en general, las preferidas por los moteros. En ellas siempre circularemos con la ladera o la pared de roca a un lado y con la pendiente o el abismo al otro. Como ejemplo y para situar las referencias, diremos que vamos a circular con la pared o el corte del terreno a la derecha y con el vacío a la izquierda. Yendo en este sentido, las curvas ciegas serán siempre a derechas y las de suficiente visibilidad a la izquierda.

Un primer dato, que va a hacer el trazado más pronunciado y agudo o más suave y abierto, es la inclinación de la ladera de la montaña que recorre. Si al comenzar la carretera nos acompaña por la derecha una pared de roca cortada y por la izquierda una serie discontinua de mojones de piedra que tratan de retener nuestra caída a un vacío oculto tras ellos, debemos prepararnos para abordar una de las carreteras más tortuosas que podamos encontrar, salpicada continuamente de curvas cerradas, y a menudo muy cerradas. En estas rutas la señalización suele ser escasa, por tanto, estaremos muy atentos a la aparición de una señal de curva peligrosa porque será verdaderamente complicada, y si encontramos alguna acompañada de un límite de velocidad, mucho más aún. Ojo a las curvas ciegas –como hemos dicho, de derechas en este caso-, incluso aunque conozcamos el trazado, porque podemos encontrar, por ejemplo, residuos arenosos de algún torrente, o el propio torrente, si ha llovido hace poco. Si esa franja de arena no es muy ancha -15 ó 20 cm-, no hay que asustarse, y no vale la pena levantar la moto y abrir la trayectoria hacia el carril contrario, es preferible aguantar pisando la estribera o plataforma izquierda porque la sacudida de la máquina, si es que se produce, será controlable. Si la franja es más ancha –medio metro o más-, nos encontraremos ante una auténtica trampa que nos obligará, para evitar la caída, a levantar la moto; frenaremos entonces a fondo durante la distancia que nos quede hasta justo un centímetro antes de pisar la arena. En este caso, si veníamos algo rápido, nos encontraremos ante una situación de vital emergencia, y no nos quedará más remedio que levantar la moto y jugárnosla invadiendo en el carril contrario sin saber si se aproxima otro vehículo por él. No quedará otro remedio, porque la alternativa es, prácticamente una caída segura; aunque sí podemos hacer algo para reducir el espacio del carril contrario que necesitaremos: Echar el cuerpo hacia el interior, es decir: alargar los brazos echando los hombros y el tronco hacia el interior del viraje mientras la moto se mantiene completamente recta. Repito que hablamos de una situación de extrema emergencia.
Si la franja es de agua, actuamos de forma idéntica: si es estrecha, con más confianza incluso; y si es ancha, de manera semejante, levantaremos la moto y abriremos la trayectoria. Aunque no es tan deslizante, evidentemente, como la arena, ese cambio brusco de temperatura, de seco a mojado, no sientan nada bien a los neumáticos, los toleran fatal.
En las curvas a izquierdas es muy probable que dé la sombra. Pueden aparecer entonces dos elementos. Uno, que el suelo esté húmedo manteniendo el rocío en la umbría. Debemos de agudizar en este caso la vista porque la oscuridad de la sombra puede enmascarar esa humedad haciéndola inadvertida. Y dos, una atención especial, una alerta máxima, a cuando haga mucho frío y esa sombra no haya dejado que diera el sol en el asfalto en toda la mañana; ojo porque puede guardar una peligrosa película de hielo. Desconfiad de los asfaltos que cambien el tono en esas sombras, en la mayoría de los casos no tienen hielo, pero más vale pasar prudentemente sobre ellos porque es muy difícil distinguirlo a simple vista.
Atención a los mojones de piedra, en este caso cuando nos queden a la derecha, porque al inclinarnos y ceñirnos a ellos pueden, aunque parezca inverosímil, presionarnos la maneta de freno, sobre todo algunos manillares que caen hacia nuestras rodillas o los más espectaculares de crucifixión. No hace falta comentar las consecuencias.

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