El séptimo día

deivitf

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El séptimo día


Había tenido una semana agotadora. Viaje de trabajo, reuniones, instalaciones y horas muertas en el aeropuerto esperando que algún controlador aéreo se dignara a darnos salida.
El sábado se desvaneció como una escultura de hielo en pleno verano en Sevilla.
Y por fín llegó el séptimo día. No había plan inicial. Tan solo descansar, pero algo rondaba por mi cabeza. Algo que todos vosotros habéis sentido y empezáis a imaginar. La Nightster me pedía que fuera a ella como Sauron atrae al anillo único.
Tan sólo necesitaba una excusa para dar a la Reina y poder salir a cabalgar fuera del castillo. Un halcón mensajero me hizo llegar el Whatsapp perfecto: Un viejo amigo reclamaba echar unas cervezas junto al mar.
Me dirigí hacia el establo. Allí estaba mi pequeña esperando. Arranqué el bicilindrico de 1200cc y con él despertó medio condado. Mientras ella se desperezaba me coloqué el casco de verano, guantes y gafas de sol.
La ruta hacia mi destino resultaba insultantemente corta, de modo que añadí unas cuantas poblaciones al trazado. A los pocos kilómetros empieza la sensación de libertad. Unos pocos más y la sensación cambia a diversión. Un poco más y ya es insuperable. Se trata de una carretera comarcal sin tráfico con bosque a ambos lados. Hay pendiente, pero no demasiada. Hay curvas rápidas y el asfalto esta en buen estado. El sol luce como no lo ha echo en todo el invierno y el casco Jet me permite acercarme aún más a la naturaleza que me envuelve.
Al poco llego a mi destino. Estoy triste porque debo bajar de la moto, pero es que un amigo y una cerveza esperan por mí.
¡Ya disfrutaré de la vuelta!
d.
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