Osborne
Well-Known Member
Ayer estuve ruteando por la provincia (Tarragona), en una mañana inestable, con nubes cerradas sobre la ciudad de Tarragona, que se iban a abrir hacia el oeste, según la foto del satélite.
Me abrigué bien (me faltan unos pantalones llevaderos, que no sean de cordura, los tejanos se quedan cortos), y puse rueda hacia Montblanc, con la esperanza de que allí ya hubiera agujeros por donde se colara el sol.
Ni hablar. Desde La Riba, niebla.
Deseché entonces la idea de seguir hacia el norte (Tàrrega), y puse rumbo al oeste buscando calor (Igualada). Cuando se me empañó tanto la visera que no podía ver, ya con los tejanos empapándose, empecé a pensar en dar la vuelta. "Aguanta", pensé, según el meteosat el sol andaba cerca. Y en efecto, a los diez minutos de baño maría, la niebla se abrió y el sol empezó a secarme la ropa y el casco. Cuando llegué a Santa Coloma de Queralt, decidí que a Igualada había ido muchas veces y que la costa estaría mejor de nubes, así que viré hacia El Penedés, buscando La Llacuna y luego Vilafranca. Buena carretera, con curvas divertidas, aunque llena de manchas de humedad. Precaución.
Una vez en Vilafranca, me deprimí un poco pensando que lo que tocaba ahora era buscar la N-340 (la carretera más fea y aburrida del mundo) y volver a casa.
Entonces fue cuando se me ocurrió. Llevaba el GPS en la moto por casualidad, no suelo llevarlo en paseos cortos, pero a partir de ahora no lo voy a quitar de la moto. Lo programé para volver a casa desde Vilafranca, pero con la opción carretera de curvas.
Qué maravilla.
En todos los años que llevo en la provincia, jamás había pasado por donde me llevó el trasto infernal. Disfruté como un enano descubriendo carreteras vecinales de un solo carril casi, pero con buen asfalto y con un paisaje que casi me recordaba a la campiña francesa. ¡Qué lujo! ¡y al lado de casa!. No se podía correr, pero se podía llevar el suficiente ritmo para disfrutar y adelantar a los pocos coches de boletaires que me encontré. Bosque mediterráneo verde y húmedo, valles pequeñitos y pintorescos, pequeñas montañas en donde la carretera se enroscaba, un par de pueblos de tres casas. Estuve una hora disfrutando como un enano. ¡El GPS me había salvado del tedio de la N-340 y una vuelta de lo más gris a casa!. Una revolución.
Encima, el aparato endiablado tuvo la gentileza de dejarme en la carretera de Santes Creus, a la altura de Vila-Rodona, que es la entrada a Tarragona más curvera que existe, y que me la sé de memoria como para ir bastante "ágil". Fue ya la traca final para llegar a casa totalmente satisfecho. De cómo el GPS me convirtió un paseo rutinario en una rutilla memorable. De verdad que lo recomiendo totalmente.
La ruta que el trasto del demonio me marcó desde Vilafranca a Tarragona fue: Vilafranca, B-212, TP-2125, TV2443, TV-2442, carretera de Santes Creus, Tarragona.
Pasas, entre otros, por Aiguaviva, Can Ferrer de la Cogullada, Vila-Rodona y Bràfim.
Una verdadera gozada de paseo.
Me abrigué bien (me faltan unos pantalones llevaderos, que no sean de cordura, los tejanos se quedan cortos), y puse rueda hacia Montblanc, con la esperanza de que allí ya hubiera agujeros por donde se colara el sol.
Ni hablar. Desde La Riba, niebla.
Deseché entonces la idea de seguir hacia el norte (Tàrrega), y puse rumbo al oeste buscando calor (Igualada). Cuando se me empañó tanto la visera que no podía ver, ya con los tejanos empapándose, empecé a pensar en dar la vuelta. "Aguanta", pensé, según el meteosat el sol andaba cerca. Y en efecto, a los diez minutos de baño maría, la niebla se abrió y el sol empezó a secarme la ropa y el casco. Cuando llegué a Santa Coloma de Queralt, decidí que a Igualada había ido muchas veces y que la costa estaría mejor de nubes, así que viré hacia El Penedés, buscando La Llacuna y luego Vilafranca. Buena carretera, con curvas divertidas, aunque llena de manchas de humedad. Precaución.
Una vez en Vilafranca, me deprimí un poco pensando que lo que tocaba ahora era buscar la N-340 (la carretera más fea y aburrida del mundo) y volver a casa.
Entonces fue cuando se me ocurrió. Llevaba el GPS en la moto por casualidad, no suelo llevarlo en paseos cortos, pero a partir de ahora no lo voy a quitar de la moto. Lo programé para volver a casa desde Vilafranca, pero con la opción carretera de curvas.
Qué maravilla.
En todos los años que llevo en la provincia, jamás había pasado por donde me llevó el trasto infernal. Disfruté como un enano descubriendo carreteras vecinales de un solo carril casi, pero con buen asfalto y con un paisaje que casi me recordaba a la campiña francesa. ¡Qué lujo! ¡y al lado de casa!. No se podía correr, pero se podía llevar el suficiente ritmo para disfrutar y adelantar a los pocos coches de boletaires que me encontré. Bosque mediterráneo verde y húmedo, valles pequeñitos y pintorescos, pequeñas montañas en donde la carretera se enroscaba, un par de pueblos de tres casas. Estuve una hora disfrutando como un enano. ¡El GPS me había salvado del tedio de la N-340 y una vuelta de lo más gris a casa!. Una revolución.
Encima, el aparato endiablado tuvo la gentileza de dejarme en la carretera de Santes Creus, a la altura de Vila-Rodona, que es la entrada a Tarragona más curvera que existe, y que me la sé de memoria como para ir bastante "ágil". Fue ya la traca final para llegar a casa totalmente satisfecho. De cómo el GPS me convirtió un paseo rutinario en una rutilla memorable. De verdad que lo recomiendo totalmente.
La ruta que el trasto del demonio me marcó desde Vilafranca a Tarragona fue: Vilafranca, B-212, TP-2125, TV2443, TV-2442, carretera de Santes Creus, Tarragona.
Pasas, entre otros, por Aiguaviva, Can Ferrer de la Cogullada, Vila-Rodona y Bràfim.
Una verdadera gozada de paseo.
