deivitf
Well-Known Member
De lunes a viernes habíamos disfrutado de una semana especialmente calurosa para tratarse del mes más gélido del año, pero los todopoderosos meteorólogos pronosticaban cambios drásticos para el fin de semana. Por suerte para mi se equivocaban de nuevo. ¿Pero esta gente dónde se saca el título? Fijo que en el mismo lugar en el que reparten títulos de videntes a personajes como Sandro Rey.
Me vestí de malo malote, con mi chupa y mi chaleco de cuero y me planté en el garaje. La idea inicial era enredarme con el embrague, pero en el fondo sabía que eso de jugar a ser mecánico no iba conmigo. Y efectivamente, a los 20 minutos yo ya estaba desempolvando el casco de verano y el Monstruo despertando al vecindario.
Como de costumbre, salí sin rumbo predefinido. Sólo sabía que por el tiempo que disponía, debía tratarse de una ruta corta. Muy corta. Posiblemente la ruta mas corta que he hecho en mi vida. Se podría decir que básicamente rodeé mi pueblo. Pero amigos, si alguien piensa que para disfrutar de la moto hay que hacer más de 300 km esta muy pero que muy equivocado. Disfruté como un enano. Desconozco el motivo de tanto gozo. No sé si fue porque no existía una intención previa de rodar ese día, o si sucedió porque hacía tiempo que no salía con ese casco. Quizás fue porque esa mañana brillaba el sol de tal manera que parecía que se estuviera burlando de los catastrofistas meteorólogos. A fin de cuentas no tiene importancia. Lo realmente importante fue que esa mañana rodé por unos instantes con tal ilusión que sólo unos pocos pueden llegar a comprender. Mientras conducía me di cuenta que mis sentidos se hallaban en pleno orgasmo: El olor a gasolina, el sonido del motor y el ver pasar curva tras curva. En ese momento me di cuenta que merecía la pena pararse a inmortalizar el momento, pues quizás llegará un día en que no pueda salir a rodar y ver fotografías me devolverá los recuerdos de días como este.
Al llegar a casa me dije a mi mismo: ¿Como he podido disfrutar TANTO en una ruta tan CORTA?
d.
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Me vestí de malo malote, con mi chupa y mi chaleco de cuero y me planté en el garaje. La idea inicial era enredarme con el embrague, pero en el fondo sabía que eso de jugar a ser mecánico no iba conmigo. Y efectivamente, a los 20 minutos yo ya estaba desempolvando el casco de verano y el Monstruo despertando al vecindario.
Como de costumbre, salí sin rumbo predefinido. Sólo sabía que por el tiempo que disponía, debía tratarse de una ruta corta. Muy corta. Posiblemente la ruta mas corta que he hecho en mi vida. Se podría decir que básicamente rodeé mi pueblo. Pero amigos, si alguien piensa que para disfrutar de la moto hay que hacer más de 300 km esta muy pero que muy equivocado. Disfruté como un enano. Desconozco el motivo de tanto gozo. No sé si fue porque no existía una intención previa de rodar ese día, o si sucedió porque hacía tiempo que no salía con ese casco. Quizás fue porque esa mañana brillaba el sol de tal manera que parecía que se estuviera burlando de los catastrofistas meteorólogos. A fin de cuentas no tiene importancia. Lo realmente importante fue que esa mañana rodé por unos instantes con tal ilusión que sólo unos pocos pueden llegar a comprender. Mientras conducía me di cuenta que mis sentidos se hallaban en pleno orgasmo: El olor a gasolina, el sonido del motor y el ver pasar curva tras curva. En ese momento me di cuenta que merecía la pena pararse a inmortalizar el momento, pues quizás llegará un día en que no pueda salir a rodar y ver fotografías me devolverá los recuerdos de días como este.
Al llegar a casa me dije a mi mismo: ¿Como he podido disfrutar TANTO en una ruta tan CORTA?
d.
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