La Superbajada. Algo para acercaros al mundo de los Raids.

moriwoki

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Hola a todos.


Una especialidad que es algo así como el resultado de combinar 2/3 partes de enduro con 1/3 de velocidad. Sin duda, la más peligrosa de cuantas se practican en la actualidad.
Existe un campeonato de España. Tuve la suerte de hacerlo durante dos temporadas 92 y 93.
Precisamente en una de estas carreras tuve la mayor sensación de velocidad que he experimentado en mi vida, nada que ver con ir a 300 por la recta de un circuito... Pero esa historia os lo cuento otro día, tomando una cerveza con alguno.

Espero que os guste.

Pdata. Es una lástima que no se aprecie bien en la foto tras la llegada. La cara estaba recubierta por una mezcla rojiza y arcillosa, resultante del polvo recogido durante cientos de km y posado sobre un sudor que parecía manar a veces desde la parte alta del casco.


LA SUPERBAJADA


Salida_del_Raid_Sierra_Armantes.jpg

Dentro de las carreras de motos, las pruebas de off road son quizá las que guardan en su seno el carácter más aventurero; y, entre esas especialidades, no cabe duda de que el enduro y los raids son en ese sentido los que se llevan la palma por esconder en los entresijos de sus misteriosos recorridos sorpresas de todo género, a veces tan previsibles como la llegada de un tren, otras tan insólitas como una nevada alevosa y nocturna sobre un circuito marcado con líneas y signos blancos (Enduro del Escorial 93).

Complicadas trialeras, insalvables escalones, intimidantes descensos, traicioneras placas de hielo, pedregales devastadores, cortafuegos imposibles, ríos tenebrosos o senderos circenses que serpentean la montaña, obstáculos, en fin, que se emboscan en el trayecto para asaltar al piloto en el momento más insospechado. Sin embargo existen claves que todo endurista experimentado conoce, signos que se muestran desde lo lejos como un banderín de aviso. Entre ellos, hay uno que se reconoce sin duda desde la primera carrera porque nunca falla. Una congregación de público. Allí donde la gente se arremolina, la escasa y diseminada gente que presencia los enduros o los raids, seguro que se encuentra un trance complicado aguardándole. Un trago delicado que pasar. Pero a veces ese público juzga que el obstáculo en sí no tiene suficiente dificultad y él mismo lo complica aun más para acentuar su propia diversión. Recuerdo cómo en una edición del Montes de Cuenca un grupo de espectadores se había colocado en la otra orilla del río Cabriel mientras el que os escribe lo vadeaba sobre una Husqvarna. No veía la continuación del recorrido en la otra vertiente y ese público que tenía enfrente hacía gestos y aspavientos para que virase y siguiera medio sumergido río arriba. Estaba a punto de seguir sin dudar aquellas indicaciones (¡Qué amables! –pensé) cuando descubrí por un instante una señal oculta tras sus espaldas, una de las cintas con las que la organización marca el camino a seguir, precisamente por donde aquellos lugareños que se mostraban tan colaboradores me cerraban el paso.

Hay que estar preparado para salvar las eventualidades más insospechadas, nada de lo que nos encontremos puede suponer una sorpresa que nos coja desprevenidos. Ni siquiera un tipo vestido de neopreno desde la cabeza a los pies –Enduro de Tarancón 91- dispuesto a ayudarnos con un empujón a salir de un cauce. Allí me lo encontré, cuando llegué “navegando” corriente arriba por el intenso caudal de un arroyo hortelano, después de atravesar un túnel medio a oscuras, con una vela por faro y con el nivel del agua colándose por las celdillas del radiador. Hay que estar dispuesto incluso a realizar pruebas fuera de guión. Por ejemplo, hay que estar preparado para hacer una cronometrada de 50 kilómetros, o más, los que separan Zaragoza de Calatayud, con el coche arrastrando el remolque y la moto sobre él -Raid Sierra Armantes 92-. Perdimos una nevera que saltó inexplicablemente y cubrió la autopista con una nube de agua, hielo, botellas de plástico y el rojo intenso del propio recipiente. Todo un espectáculo contemplado a través del retrovisor. Una vez en el destino, además, hubo que descargar la moto y presentarse en la entrada del parque cerrado con el motor en marcha y su piloto sobre ella perfectamente equipado. Aquello último me costó cuatro minutos de penalización.

Las sorpresas nunca pueden ser sobresaltos para el piloto porque es una forma de mostrarles su flaqueza precisamente en el momento en el que le atacan, debe prevenirlas con las señas e informaciones de que dispone; hay que examinar concienzudamente los planos y folletos que proporciona cada organización. Así lo hice en el 92, cuando me entregaron el croquis del Raid Altiplano. Estudiándolo con detenimiento, observé que en él aparecían marcados varios puntos, cuatro o cinco, que por su significado o complicación merecían ser señalados. Por eso, precisamente, cuando descubrí que dentro de un viaje de más de 300 kilómetros a través de bosques y laderas de monte bajo que recorría la extensa provincia valenciana, uno de esos puntos señalados le habían llamado La Superbajada, supe que tenía algo de lo que estar verdaderamente pendiente durante la carrera. Sin embargo, esa atención y ese interés que sentí en un principio se tornaron inquietud cuando compartiendo el desayuno el desayuno con un par de pilotos locales, les pregunté si había alguna zona delicada en el raid. Los dos se miraron y parecieron ponerse de acuerdo. Después, uno de ellos respondió dubitativamente que bueno, que estaba la bajada de no sé qué.

-¿La que el plano llama Superbajada? –pregunté.

-Sí, ésa –vieron mi gesto de preocupación, y los dos volvieron a mirarse para sincronizar una nueva respuesta-. Claro, que si has hecho enduro… ¿Has hecho enduro?

Asentí, aunque sin mucho convencimiento.

-Entonces no tendrás problemas, se hace muy bien.

Mis aptitudes para el enduro no eran muy sobresalientes que digamos, a pesar de que había acabado varios, incluso un par del Campeonato de España, y supe tras aquella conversación matutina que acaba de marcarse la que sería mi mayor preocupación en esa carrera.

Si embargo, la organización nos tenía preparadas otras sorpresas que a fe que cumplieron su papel y que desviaron mi atención y mi concentración durante el día anterior a la prueba propiamente dicha y justo después de la prólogo. Nos prepararon una etapa de enlace entre Valencia y Requena, lugar de la salida de la carrera, a recorrer en modo navegación, algo insólito en los raids nacionales de aquella época. Nos proporcionaron un road-buck con el que muchos de nosotros no supimos muy bien qué hacer (yo lo cogí al manillar con unas bridas y fui sembrando el camino, como Pulgarcito, con las hojas que iba arrancando cada pocos metros). La mayoría no teníamos rutómetro –insisto en que la navegación por territorio español era algo inédito en aquella época- y los pocos privados que con una inexplicable previsión habían montado uno manual, carecía de una aceptable fiabilidad para guiarse. Desconozco si se hacen hoy en día ese tipo de etapas en España, pero con una guía como aquella, del tipo cien metros hasta el olivo y girar a la izquierda, cuando hay decenas de olivos; doscientos metros hasta el poste de la luz y girar, cuando el camino está flanqueado por un tendido eléctrico; o trescientos metros hasta la casita y virar, cuando estamos en una especie de urbanización de casas de labranza, no puede funcionar en España. No puede funcionar, a menos que estemos corriendo por una zona tan árida y solitaria como la de Los Monegros. Si la carrera recorre, por ejemplo, el sur de El Atlas, una indicación como la de “al llegar al árbol a la izquierda” es perfecta porque no hay más que un árbol en kilómetros. Conclusión: Todos nos perdimos.

Llegada Altiplano-92 buena.jpg

Anduvimos monte arriba y monte abajo...

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La Superbajada I
 
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